Comenzando a caer la noche, el fresco propio del ocaso se sentía en la piel y en el ambiente podía respirar la incertidumbre de no saber que iba a pasar, solo sabia que estaba sentada en la camioneta con él, el autor de la herida en mi frente que apenas pudo mi cabello. No me decía nada, solo tenia fija la mirada en el camino, en su mano izquierda un cigarrillo prendido al que dejaba que se consumiera solo. Silencio
Las luces iluminaron la ciudad y yo solo me concentré en ver a lo lejos como el cielo se transformaba en noche, podría haber abierto la puerta y escapar, algo, pero no sentía que estaba en peligro, simplemente apague cualquier pensamiento de preocupación.
Llegamos a un restaurante pequeño en el centro de la ciudad, adornado con un estilo italiano, con pequeñas mesas de madera en el balcón y música ligera de fondo, muy acogedor. Me sorprendió cuando se bajó de la camioneta y en un salto llego a mi puerta, la abrió y sin decirme nada me tomó de la mano, haciendo una pequeña reverencia pero con una sonrisa burlona. -Se que te va a gustar este lugar- Me dijo con voz tranquila.
-Gracias- Apenas pude responder, baje de la camioneta y entramos al lugar. Eligió una mesa en el balcón y el mesero se apresuro a tomarnos la orden. Apenas pensé en preguntar por alguna recomendación cuando el habló mas fuerte. -Sabe, mi prometida tuvo un día difícil, quiero que cocinen lo mas rico que tienen, para mi, solo vino tinto el de la casa por favor-. Eso es todo, hace unas horas me tenia contra una pared gritando lo puta que era, ahora solo quiere consentirme. No se que trama, tal vez saliendo de aquí lanzará mi cuerpo en un acantilado y de fin con mi vida.
Estaba metida en mis pensamientos absurdos cuando su voz me hizo reaccionar. -Estas muy seria pero veras que todo mejorará, parece ser que si me darán mi cambio de residencia, al fin podremos salir de esta asquerosa ciudad, vivir en un lugar con mas calmado, incluso con un lago cerca, ¿no crees que seria hermoso?-. Sin dejar de mirarme, tomo un cigarrillo y lo prendió -¿Irnos de aquí?- Le dije con duda -¿Por que no me lo habías dicho?-. Debí quedarme callada, ya que vi como se transformo su cara y volvió su mirada de odio, la misma que había visto hace unas horas atrás.
-¡¿Acaso no te quieres ir de aquí?! dime que te detiene?!, o dime QUIEN TE DETIENE?!- Lanzó un golpe disimulado a la mesa haciendo tal ruido que un par de parejas voltearan hacia nosotros, solo disimule esperando que no continuara con su arranque. -Yo no dije eso, solo me tomo por sorpresa, cálmate- Solo eso le pude decir, pero su ultima pregunta si tenia respuesta, y es que ya me había enamorado de alguien que definitivamente no es la persona que tengo enfrente en estos momentos.
Por un momento que pareció eterno, llegó el mesero con la cena, un espaguetti al pesto y cordero en en salsa de queso azul, lo coloco en mi lado y luego en el lado de él, una copa de vino tinto frió. -Sera mejor que nos traiga la botella, tenemos mucho que recordar mi prometida y yo- El mesero se retiro por la botella. -¿Cuando me dirás como pasó?, ya que lo único que tengo claro es que esa marca en tu espalda, no te la provoque yo-. Me quedé helada, Mario saco otro cigarrillo y lo encendió, le dio un sorbo a su copa y luego clavo su mirada en mi.
Dentro de mi no quería, no debía decir nada, pero se lo diría todo.
-¿Recuerdas el viaje que hiciste a Creel? ........................................
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